En España se calcula que entre el 5% y el 10% de la población general sufre “Diabetes Mellitus”, y sin embargo, se piensa que al menos la mitad de estos enfermos no han sido diagnosticados, por lo que desconocen que son diabéticos. Por encima de los 70 años la prevalencia puede llegar al 25%. Se estima que en torno al 60% de los diabéticos tienen alguna manifestación ocular de su diabetes, por lo que no es raro que el optometrista sea el primer profesional sanitario que detecte los síntomas y/o signos de la diabetes, durante un examen visual rutinario.
La diabetes es la principal causa de nuevos casos de ceguera en la población activa. De hecho, los diabéticos tienen un riesgo 25 veces mayor de ceguera que los no diabéticos. Un diagnóstico precoz y una intervención apropiada son esenciales para reducir el riesgo y la severidad de las pérdidas visuales.
La Diabetes y el Ojo
La diabetes se manifiesta en el ojo produciendo una variedad de lesiones que típicamente se agravan con el paso de los años, la duración de la enfermedad y un control deficiente de los niveles de glucosa en sangre. Algunas de estas manifestaciones no aumentan el riesgo de pérdida visual, y sólo requieren información y apoyo al paciente. Entre éstas se incluyen alteración en la visión de colores, variaciones de los errores refractivos, disfunción de la acomodación y de los reflejos pupilares pobres, así como despigmentación del iris.
Otras complicaciones, como la sensibilidad corneal reducida y el ojo seco, pueden aumentar el riesgo de sufrir infecciones oculares.
Otras causas de pérdida visual en el diabético incluyen una mayor incidencia de cataratas y glaucoma primario de ángulo abierto. Sin embargo, el problema más grave para la
visión del paciente es la “retinopatía diabética” en la que se engloba la neovascularización del iris y la retina, y la maculopatía diabética.
Diagnóstico de Diabetes Mellitus
El test de elección para diagnosticar la diabetes es la medida de los niveles de glucosa en el plasma sanguíneo en ayunas.
Si se detectan valores elevados (> 120 mg/dl), y además el paciente tiene síntomas típicos de diabetes, como aumento del apetito (o polifagia), de sed (o polidipsia) y de micciones (o poliuria), entonces se dictamina que el paciente es diabético. Si no hay síntomas, se tendrá que confirmar el valor de glucosa elevado en una segunda prueba.
La diabetes se clasifica en dos tipos: la diabetes tipo 1 se piensa que es consecuencia de una alteración autoinmune que lleva a la destrucción de las células del páncreas que producen la insulina. La edad típica de aparición de este tipo de diabetes es antes de los 30 años de edad.
Entre el 5 y el 10 % de los diabéticos lo son del tipo 1. Las personas que sufren esta afección tienen una total dependencia de insulina exógena (inyectada) para el resto de su vida, y típicamente sufren síntomas muy agudos en el inicio de la enfermedad.
La diabetes tipo 2 se presenta típicamente después de cumplir los 40, y suele afectar a adultos con sobrepeso. Alrededor del 90 % de los casos de diabetes son del tipo 2. En este tipo de diabetes el problema reside en una resistencia de los tejidos a la insulina, es decir, la insulina no consigue el efecto necesario. Estos pacientes suelen tener una fuerte tendencia familiar a la diabetes, y ser asintomáticos, por lo que pueden pasar sin ser diagnosticados durante muchos años. Por esta razón, los diabéticos tipo 2 tienen una probabilidad mucho mayor de sufrir retinopatía diabética en el momento en que se les diagnostica la enfermedad. De hecho, es relativamente frecuente que el optometrista sea quien detecte la diabetes tipo 2, al encontrar alteraciones oculares, en pacientes que acuden simplemente a una revisión rutinaria.